Los abismos de la lírica




La lírica tiene sus secretos y oscuras pretensiones, pero nunca oculta su rostro verdadero cuando se asoma al abismo, sola, desnuda como el verbo la arrastró a este mundo, percibe el peligro de caer en el olvido y convertirse en las palabras de un día corriente. A veces se lo piensa, recula un paso sin volver humillada al punto de partida... y entonces se muestra más hermosa, más pura vericueteando por sendas rodeadas de continuos precipicios.

Las ausencias que notaba Neruda y que tanto disfrutó al contemplar su propia alma silenciosa, diluida en una segunda persona, llevaron siempre ese camino sin retorno que toma la lírica antes de despedirse y de arrojarse al vacío. La lírica en todo su esplendor, "rubia suicida".



Cuánta lucidez demostró Michael Hutchence vertiendo Suicide blonde como leche caliente sobre la piel de Australia. ¿Fueron premonitorias aquellas palabras suyas o solo una profecía autocumplida? "She knew it would finish before it began". No tardó en alongarse al abismo y saltar agarrado a su rubia y dorada lírica. Michael nos regaló una de esas tragedias que se repiten innecesariamente, como un patrón ineluctable, acaso el precio del éxito; pero fue un trato tramposo: nos arrebató a cambio una porción de nuestra pitanza poética, cada vez más frugal. Después, otros se han empeñado en sumarse a una lista maldita de genios musicales que se ahorcan en el baño de una habitación de hotel o en su casa: hace unos meses, Chris Cornell, vocalista de Sound Garden, decidió agregar otra estrella al firmamento; y el pasado 20 de julio, el día que Chris habría cumplido 53 años, su amigo Chester Bennington, cantante de Linkin Park, siguió su mismo camino hacia el cielo.


Extraño juego de sombras entre los que se han ido y los que nos hemos quedado, entre los recuerdos enmarañados en románticas esperanzas y las bocanadas de realidad que destrozan las proyecciones del soñador más empedernido. Harto difícil orientarse en este mundo que se nos lleva las brújulas, que nos pierde los nortes, que oscurece los faros de nuestro negro horizonte.

Será la época o las pocas ganas de habitar esta era hostil y envidiosa, enemiga de los talentos y encumbradora del oprobio, pero algunos ya exudamos fastidio, el fastidio impotente de que el tiempo se lo lleve todo, casi siempre a los buenos, y nos deje barruntando quién habrá de convertirse en el próximo tributo de su insaciable voracidad.



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